El arbitraje comercial ha sido durante más de veinte años una fórmula constante para la solución de litigios en Costa Rica. Cuando nos enfrentamos a conflictos empresariales, a menudo buscamos la vía más rápida y efectiva para resolverlos, sin embargo, no siempre conocemos todas las opciones disponibles.
En este artículo, exploraremos el concepto de arbitraje y sus diferencias fundamentales con el litigio tradicional. De hecho, desde 2011, Costa Rica decretó la Ley de Arbitraje Comercial Internacional basada en la Ley Modelo de la Comisión de Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional, con el fin específico de promover una cultura de paz y permitir que la justicia sea pronta y cumplida por la vía más expedita. Además, este método busca promover la eficiencia y efectividad en la resolución de conflictos, especialmente en el ámbito administrativo.
¿Qué ventajas y desventajas existen realmente entre estas dos opciones? ¿Por qué muchos expertos con más de dos décadas de experiencia en esta materia siguen recomendando el arbitraje? A continuación, revelamos la verdad que pocos profesionales comparten sobre este tema.
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¿Qué es el arbitraje y cómo se diferencia del litigio?
El concepto de arbitraje tiene raíces que se remontan a la antigua Grecia, siendo una de las instituciones más antiguas del derecho internacional. En esencia, constituye un método extrajudicial para resolver conflictos mercantiles, donde las partes acuerdan voluntariamente someter sus diferencias a uno o más árbitros imparciales.
A diferencia del litigio tradicional, el arbitraje funciona como un "juicio privado". Mientras que en el proceso judicial interviene el sistema de administración de justicia a través de tribunales estatales, en el arbitraje las partes delegan la resolución del conflicto a árbitros profesionales que actúan como jueces pero fuera del sistema judicial convencional.
Una característica fundamental del arbitraje es su naturaleza consensual. Las partes deben acordar expresamente someterse a este mecanismo, ya sea mediante una cláusula compromisoria incluida en un contrato o a través de un compromiso arbitral posterior al surgimiento de la controversia. Por otro lado, el litigio tradicional puede iniciarse unilateralmente por cualquiera de las partes.
En cuanto a los plazos, el arbitraje suele resolverse significativamente más rápido. Generalmente, un proceso arbitral concluye en un período máximo de 6 meses, aunque los árbitros pueden ampliar este plazo hasta 2 meses adicionales en casos complejos. En contraste, los procedimientos judiciales pueden extenderse durante años, con una media de 2 años para obtener una resolución en procedimientos ordinarios.
Además, el arbitraje se caracteriza por su confidencialidad, mientras que el proceso judicial está regido por el principio de publicidad. Esta privacidad resulta especialmente valiosa para empresas que desean mantener sus asuntos comerciales lejos del escrutinio público.
Otra distinción crucial reside en las posibilidades de apelación. El laudo arbitral tiene carácter definitivo y vinculante, con opciones muy limitadas para su impugnación. Sin embargo, las decisiones judiciales pueden ser objeto de múltiples recursos, lo que frecuentemente prolonga la resolución definitiva del conflicto.
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Ventajas del arbitraje que no se discuten
Más allá de la rapidez y la reducción de formalidades que suelen mencionarse como ventajas evidentes del arbitraje, existen beneficios menos discutidos pero igualmente valiosos para quienes buscan resolver conflictos empresariales de manera efectiva.
La especialización técnica de los árbitros representa una ventaja sustancial frente a los jueces "generalistas" del sistema tradicional. A diferencia del litigio convencional, en el arbitraje las partes pueden seleccionar profesionales con formación específica en economía, ingeniería, construcción o electricidad, según la naturaleza de la disputa. Esta especialización garantiza decisiones más informadas y relevantes para casos técnicamente complejos.
Aunque la confidencialidad se menciona frecuentemente, pocas veces se profundiza en su valor estratégico. El arbitraje protege información comercial delicada como secretos industriales y estrategias de negocio, permitiendo que las empresas resuelvan sus diferencias sin exponer datos sensibles a competidores. Esta característica resulta particularmente atractiva para disputas sobre propiedad intelectual o desarrollo tecnológico.
Otro aspecto poco destacado es la flexibilidad geográfica y lingüística. En disputas internacionales, las partes pueden elegir una sede neutral, evitando litigar en el país de la contraparte. Asimismo, tienen libertad para determinar el idioma del proceso, facilitando la comunicación efectiva entre participantes de diferentes nacionalidades.
La autonomía procesal permite diseñar un procedimiento a medida de cada conflicto. Las partes pueden establecer plazos específicos, modalidades de presentación de pruebas y hasta procedimientos virtuales completos. Esta personalización resulta imposible en el sistema judicial tradicional con sus procedimientos estandarizados.
Finalmente, el vínculo jurídico que establece la sede del arbitraje con un ordenamiento jurídico determinado otorga seguridad a las partes, asegurando que exista un respaldo legal sólido para la ejecución del laudo. Esto garantiza que la decisión arbitral tenga efectos similares a una sentencia judicial, pero obtenida de manera más eficiente.
Conclusión
El arbitraje comercial representa, sin duda, una alternativa poderosa frente al litigio tradicional para resolver conflictos empresariales. A lo largo de este artículo, hemos analizado las características fundamentales que distinguen ambos mecanismos, revelando tanto sus fortalezas como sus limitaciones.
Ciertamente, la especialización técnica de los árbitros, la confidencialidad estratégica y la flexibilidad procedimental constituyen ventajas significativas del arbitraje. Esta modalidad permite resolver disputas en aproximadamente seis meses, mientras los procedimientos judiciales pueden extenderse durante años.
La decisión entre arbitraje y litigio tradicional dependerá, por tanto, de las circunstancias específicas de cada caso. Factores como la complejidad técnica del asunto, la cuantía económica involucrada, la necesidad de confidencialidad y la relación comercial entre las partes resultan determinantes para esta elección.
Aunque el arbitraje comercial ofrece numerosas ventajas, especialmente en términos de tiempo y especialización, no representa una solución universal. Cada empresa debe evaluar cuidadosamente su situación particular antes de comprometerse con este mecanismo alternativo de resolución de conflictos.
Finalmente, recordemos que la eficacia del arbitraje radica en su adecuada implementación. La selección de árbitros competentes, la redacción precisa de cláusulas arbitrales y el asesoramiento legal especializado constituyen elementos esenciales para maximizar las posibilidades de éxito en este proceso. De esta forma, las empresas podrán aprovechar plenamente las ventajas que el arbitraje comercial ofrece para la resolución eficiente de sus controversias.
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